Conocí a un individuo que se llevó treinta y cinco años en una isla cercana a Trinidad. Lo rescatataron y un día quedé con él para hacer una investigación sobre música, ya que no la había oído desde hacía mucho.

El primer día quedamos en la cafetería del parque y observé que no me atendía, se desconcentraba, le pregunté qué pasaba, y me consestó que no se enteraba con la conversación de los árboles. No logré entender esa afirmación hasta días después cuando le hice escuchar el Requiem de Mozart y murió con una sonrisa en su cara. La policía no pudo demostrar que yo había asesinado a ese señor.

Sinceramente me sentó muy mal que se me muriera en medio de la investigación, pero ¿hasta cuánto podría estar preparado para esta situación?